Cada diciembre, la totalidad de las confesiones cristianas, nos animan a escuchar los relatos del nacimiento de Jesús que nos ofrecen los Evangelios, para meditar y conmovernos con la historia de humildad y de sencillez que envuelven los inicios de la Salvación. Pero esta Nochebuena, en que se cumplen 800 años de la feliz iniciativa la San Francisco de Asís de representar la escena de Belén, somos también invitados a armar el pesebre en nuestros hogares, iglesias, y edificios y espacios públicos, para contemplar al Niño-Dios y llenarnos de su ternura, de su esperanza, y de su paz.

Todos los años, la Navidad nos ofrece la ocasión ideal para reunirnos con los que amamos, para celebrar no sólo el recuerdo del nacimiento de Jesús, sino también el año que va terminando, y la vida misma. Nos encontramos con amigos, con parientes, con compañeros de trabajo, y el niño de Belén, envuelto en pañales y recostado en un establo, rodeado de la Virgen María y San José y de muchos otros personajes que fueron protagonistas de aquella Noche Santa, nos va aunando a todos, a los más y a los menos creyentes, en la belleza esperanzada y en la alegría de esta fiesta.
Como Capellán General, quiero elevar en esta Navidad una alabanza al Altísimo, y encomendar a todos los que formamos esta enorme y hermosa "familia policial": a nuestras flamantes autoridades ministeriales y policiales, y a todos y cada uno de los hombres y mujeres de nuestra Policía que cada día del año, salen de su casa a lo largo y a lo ancho de nuestra inmensa provincia, para ir a prestar servicio a sus destinos, con la única finalidad de protegernos, defendernos, garantizando nuestra integridad y combatiendo el delito, muchas veces arriesgando hasta su propia vida. Que a través de ellos la bendición que nos trae el niño Jesús llegue a todos sus seres queridos.