COMISARIO INSPECTOR MÁXIMO CRUZ: “LA FAMILIA ES EL PILAR PARA ESTE TRABAJO”

21/12/17

El Comisario Inspector Máximo Daniel Cruz es el jefe del Destacamento de Infantería de Glew. Con 51 años y más de 30 en la Policía de la provincia de Buenos Aires, el 21 de septiembre último sufrió una grave herida en su ojo derecho. Durante un desalojo ocurrido en un predio de San Vicente, recibió el impacto de un proyectil que le provocó la pérdida del globo ocular. Casado y padre de tres hijos es un fiel reflejo de lo que significa ser parte de Infantería.

¿Cómo ingresó a la Policía?
Me crié con un amigo cuyo papá era comisario. Íbamos a visitarlo a las comisarías de campaña en las que trabajaba, siempre en el interior de la provincia. Recuerdo que una de esas comisarías era la de Torquinst. Ahí comencé a conocer lo que era la Policía y me empezó a gustar. En realidad nos empezó a gustar a los dos. Él ingresó antes y yo ingresé después. Actualmente mi amigo se retiró como Comisario Mayor. En esa época yo vivía en Berisso con mi mamá, mi papá y un hermano que actualmente es Capitán de la Policía.

¿Qué es lo que lo atrapó de la profesión de policía cuando visitaba esas comisarías?
Me gustó todo, en especial la disciplina. Me gustaron el uniforme y los desfiles que solíamos ver porque este hombre también pasó por Caballería y nosotros lo acompañábamos a los desfiles.

¿Qué recuerdos tiene de la Escuela de Policía?
Tengo muy lindos recuerdos. Éramos muy compañeros, nos mandábamos nuestras macanas y nos reprendían pero la experiencia fue muy linda. Hace poco festejamos los 30 años de egresados en la propia Escuela Juan Vucetich. En esos tiempos eran muy pocos los integrantes de una promoción. Generalmente egresaban 200 cadetes. Incluso ha habido promociones de 100 cadetes y de muy pocas mujeres. En mi promoción de hubo mujeres. Hice un año y medio de instrucción.

¿Cómo reaccionó su familia cuando usted decidió ingresar a la Escuela?
En mi familia nadie era policía hasta ese momento. Terminé el secundario y comencé a trabajar pero de todas formas, me preparé e hice los papeles del ingreso. Me costó ingresar. Los trámites los realicé en la Comisaría y el oficial que me atendió, de apellido Tabares si mal no recuerdo, me hizo ir tres veces. Creo que lo hizo para comprobar mi voluntad de ingreso. Finalmente fue él quien vino a mi casa a terminar los trámites. Recién en el momento en que me convocaron se lo comuniqué a mi familia. Hice todo por cuenta mía. Mi familia me apoyó desde el primer momento. Mis padres me recomendaron que me cuide como lo hacen todos los padres pero eran otros tiempos.

¿Cuáles fueron sus primeros pasos una vez egresado?
Cuando salí de la Escuela fui destinado a la Comisaría de Bernal. Fue un muy lindo lugar de trabajo con muy buenos compañeros. Fuimos cuatro egresados juntos a esa comisaría. En esas primeras épocas viví experiencias que me marcaron para siempre. Mi primera experiencia durísima fue cuando tuve que comunicar la muerte de un hombre a su hija. Era única hija y vivía con su padre. El hombre había llevado a una compañera de su hija hasta la casa y, en el trayecto de vuelta, le quisieron robar el auto y lo asesinaron de un tiro. El crimen fue esclarecido; hubo dos detenidos. Yo era nuevito y tuve que hablar con la joven que había concurrido a la comisaría a denunciar la desaparición de su padre.

¿Luego de su paso por la Comisaría de Bernal, cuáles fueron sus siguientes destinos?
Como siempre me gustó Infantería, mi siguiente destino fue lo que, en ese entonces, se denominaban “paleros”. Era un grupo de efectivos creado por el Comisario Inspector Ipe. Luego de ascender a Oficial Subinspector fui convocado. El grupo de los “paleros” era un grupo similar a Infantería que trabajaba en las canchas de fútbol. Éramos unos 100 efectivos que recibimos la instrucción y capacitación de Infantería. Ese fue mi primer acercamiento a ese Cuerpo.

¿Y cómo fue su incorporación definitiva?
Era muy difícil ingresar a Infantería porque nadie quería irse. Era imposible encontrar la permuta. Pero un día, estando en la Comisaría Octava de Quilmes como oficial de servicio, llegó un oficial de Infantería a realizar la inspección de calabozos como se hacía siempre. Charlando con él me contó que quería volver a comisaría y logramos concretar la permuta. Este oficial pasó la entrevista con las autoridades de la comisaría y lo aceptaron. Comencé en Infantería de Quilmes.

¿Se cumplieron las expectativas que usted tenía en relación a Infantería?
Sí, totalmente. Me gustó el trabajo; la forma de desenvolverse de los efectivos, siempre en grupo, muy compañeros, apoyándose el uno al otro; la disciplina que existía y que existe, que siempre sobresale del resto. Me gustó el “espíritu de cuerpo” del que tanto se habla. Es el apoyo que recibí este año de parte del oficial de policía hasta el último jefe. Es la presencia de todos los compañeros que se brindaron conmigo. Es esa compañía, esa palabra, una palmada o un abrazo. Ese es el “espíritu de cuerpo”, estar unidos en las buenas y en las malas.

¿Cómo fueron las circunstancias en la que usted resultó herido?
Nos presentamos en un predio ocupado en la localidad de San Vicente. La gente que había tomado el lugar se había retirado pero regresaron más tarde. MI grupo se encontraba formado y custodiando el lugar cuando gran cantidad de personas comenzaron a ingresar, otra vez, al predio. En el marco de una mediación y mientras se iniciaban las conversaciones con la Justicia, estas personas comenzaron a gritar y a arrojar proyectiles contra el grupo. Se produjo una lluvia de piedras sobre la formación hasta que un proyectil me pegó en el ojo. Creo que las personas que arrojaron cosas están identificadas. Recuerdo a uno de ellos y recuerdo la gomera con esa goma color amarillenta. Nos tiraban con piedras, bolitas, tornillos.

¿Quién lo asistió?
Me asistió un efectivo de la Policía Local. Al recibir el impacto vi todo blanco y di unos pasos hacia atrás. Ahí es donde se acercó el efectivo y me trasladó hasta detrás de la formación donde comprobó que tenía una lesión en el ojo derecho. La ambulancia estaba a unos 200 metros porque, como la habían apedreado, no se podía acercar. Caminé hasta ahí y me llevaron hasta el Hospital Zonal de San Vicente. Recibí las primeras curaciones y fui derivado a la Clínica Fitz Roy por intervención de la ART. Sufrí la pérdida del glóbulo ocular.

¿Cómo se enteró su familia de lo que usted había sufrido?
El primero en recibir la noticia por parte de mis compañeros y jefes fue mi hermano pero, como yo no sabía esto, estando en la ambulancia le pedí a uno de mis defectivos que llame a mi esposa y le diga que yo estaba bien. Ahí se enteró mi esposa. Mi hermano, mientras tanto, ya estaba llegando al lugar en el que yo estaba. El quería tener la seguridad de que yo me encontraba bien para, luego, hablar con mi familia. Pero mi mujer fue contenida por los compañeros que se comunicaron con ella.

¿Cuál era su sentimiento mientras recorría esas dos cuadras hasta la ambulancia?
Me lamentaba de no haber podido terminar el servicio como correspondía y me preocupaba mucho mi gente que se quedaba sola. Si bien en un primer momento creí que era una lesión leve; muy pronto me dí cuenta de que era grave. En la ambulancia intentaron lavarme la herida con solución fisiológica y me dijeron que el ojo estaba muy comprometido.

¿Cómo fue la reacción de la familia?
Fue muy duro para ellos. Ya estaban acostumbrados a que yo recibiera alguna herida en estos servicios. Tuve un par de piedrazos en la cabeza pero esto fue más grave. Además tuvimos el acompañamiento de la Policía que se preocupó por mi bienestar, por mi salud, por mi familia. Jefes y compañeros me han ido a ver, siempre estuvieron presentes. La Superintendencia de Servicios Sociales se portó de manera excepcional. Tuve contención psicológica y acompañamiento de todos.

¿Cómo será su futuro?
Actualmente estoy con carpeta médica. Hay que ver cómo evoluciona todo y los dictámenes de la ART. Me queda poco más de un año para retirarme. Mi deseo es seguir trabajando, terminar la carrera como corresponde; siempre en Infantería. En estos tiempos de carpeta extraño mucho mi trabajo. Hasta ahora me iba a trabajar los lunes y volvía los viernes. Pasaba sólo los fines de semana en casa y el ritmo era muy intenso. Cuesta bajar. Hoy vivo en otro mundo.

¿Alguna vez pensó en qué habría sido de no haber entrado a la Escuela Vucetich?
La verdad es que no porque desde siempre me gustó y decidí que ésta sería mi carrera. Era la meta que me había planteado.

¿Cuál es su mensaje a sus camaradas a la luz de lo que a usted le sucedió?
Que se cuiden mucho y que trabajen profesionalmente como saben hacerlo. Que siempre tengan presente que tienen una familia a sus espaldas, tienen hijos, una esposa o un esposo, hermanos y padres. La familia es el pilar para este trabajo. Sin una familia no se puede. Mi esposa y mis hijos me apoyan siempre. Ahora uno de mis hijos es mi remis, es mi secretario, es todo.



Comisario Inspector Máximo Daniel Cruz, Destacamento de Infantería de Glew.