EL MUSEO POLICIAL DESPIDE A SU CARPINTERO

23/05/19

El 1° de junio el Museo Policial cumplirá 96 años de existencia. Tres días después, el Mayor José Osvaldo Zapata alcanzará los 32 años de antigüedad en la Fuerza y, con eso, el tiempo exigido para solicitar el retiro.


Zapata vivió una tercera parte de la historia de esta entidad, fue testigo de sus diferentes etapas y hoy participa activamente de la apertura de sus puertas a

otras instituciones culturales y a la sociedad en general.


Este carpintero y restaurador nació hace 63 años en Lanús aunque, antes del año, su familia se mudó a la ciudad de La Plata.


Es el menor de los seis hijos de una pareja compuesta por un trabajador del Servicio Penitenciario y una ama de casa. Hoy lleva 40 años de casado, tiene un hijo de 39, una hija de 32 y una nieta de 12.


"Trabajé desde muy chico; iba a la escuela y trabajaba en una quinta. Después me desempeñé en un taller de un chapista. El oficio de carpintero lo aprendí a los 12 años cuando entré a trabajar a una carpintería de un vecino en el barrio La Cumbre de La Plata. El dueño era Armando Bianchi y tenía unos 17 o 18 años. Yo fui su primer empleado. Éramos muy jóvenes. Mi hermano me convenció del cambio porque en la carpintería me pagaban un sueldo mínimo y en el taller sólo me daban la leche. Los primeros trabajos que hice fueron de limpieza y cebar mate. Tiempo después comencé a trabajar con las máquinas. Trabajábamos con maderas de mucha calidad como el cedro pero, en aquella época, eran accesibles".


Zapata permaneció en ese lugar hasta cumplir los 32 años. Una crisis económica hizo que su jefe no pudiera seguir pagando un sueldo extra.


"Fue la época de la hiperinflación en donde un mueble tenía un valor y, al rato, el precio había subido. De la carpintería me fui a trabajar de otras cosas como, por ejemplo, de peón de albañil. En esos años yo tenía un hijo de siete años y mi esposa estaba embarazada. Uno de mis hermanos era policía y trabajaba en el Museo. Gracias a él descubrí la profesión".


Zapata ingresó al Museo Policial, destino en el que aún presta servicios. Allí fue a trabajar como carpintero.


"El frente del edificio estaba cubierto por una enredadera, una enamorada del muro y el patio estaba cubierto por glicinas. Las salas del Museo eran muy diferentes a las actuales: había una sala de comunicaciones, una sala de caballería, la sala de situación y la sala de muñecos de cera. Mi primer jefe fue el comisario David Guardabarrera. Era un jefe muy recto. La sala más interesante para el público era la sala de cera. En ella se exponían casos policiales de dominio público a través de muñecos de ese material".


Después de más de tres décadas de trabajo, el carpintero recuerda a sus más entrañables camaradas y esos primeros años.


"Mis primeros compañeros fueron Juan Cherbisky, Roberto Gómez, Di Pietro y Yedros; todos eran más grandes que yo. Mis primeros trabajos fueron los muebles del Museo como por ejemplo las vitrinas en las que se exponen las armas. La primera restauración fue la de la culata de una carabina Beretta que estaba cachada. Me preguntaron si me animaba a restaurarla. Dije que sí. En su momento, en estos casos, se solía decir 'mensaje a García'. ¿Qué significaba? Que aunque uno no supiera cómo hacer algo o dónde conseguirlo, lo tenía que hacer o conseguir de todas formas. Participé en la restauración de varios de los muebles que están exhibidos y también de la restauración de la histórica bomba de bomberos. Es una bomba donada por el Cuerpo de Bomberos y data del año 1887. Mientras estaba en uso se montaba sobre una zorra y se trasladaba con caballos. Esa bomba se desarmó pieza por pieza. Estaba muy deteriorada por el paso del tiempo y hubo que recuperar, entre otras cosas, el bronce".


Desde aquellas épocas a la actualidad muchas cosas han cambiado pero el espíritu de difusión de la historia policial permanece intacto.


"Estos últimos años se está trabajando mucho y se abren las puertas a otras actividades. El objetivo de la gestión del Museo es relacionarse con la sociedad, hacer eventos y abrir las puertas a otras instituciones y al público en general. Antes salíamos a recorrer toda la provincia. Nos prestaban un camión de Automotores y, sumado al auto del Museo, salíamos con una muestra de armas, uniformes y otros elementos. La respuesta de la gente era muy buena. Incluso participamos de la Feria del Arma en Palermo".


Zapata recuerda a su primer jefe con una anécdota que, según él, lo pinta de cuerpo y forma.


"Había que cumplir horario porque el nochero se quería ir. Y yo generalmente me demoraba. Un día me llamó el jefe y me dijo que yo estaba llegando tarde. Le dije que sí y le prometí que no iba a volver a suceder. 'A mí no me prometa; prométaselo usted', me dijo. Nunca más llegué tarde".


El retiro está muy cerca.


"A partir del 4 de junio, fecha en la que cumplo mi última guardia, voy a seguir haciendo lo que hago. Todos los días voy a un taller mecánico en el que tengo un espacio para la carpintería. Siempre tuve pendiente ser chapista. Nunca lo pude lograr. Cuando trabajé en un taller no me pagaban, iba por una taza de leche. Antes era así, ibas a aprender el oficio. De policía me llevo muy buenos recuerdos. Hubo de todo pero siempre son más los buenos recuerdos. Si pudiera encontrarme con alguno de mis compañeros a lo largo de esta carrera, me gustaría hacerlo con Chervisky. Éramos muy compinches, nos conocíamos con las familias, íbamos a nuestras casas. Él era herrero y hacíamos las guardias juntos; primero de lunes a viernes y después los sábados y domingos".




 

 

 

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