Cada año, en el mes de diciembre, armamos el arbolito, el pesebre, decoramos con luces nuestras casas y hasta las dependencias policiales, donde transcurre nuestra labor cotidiana. Todos estos símbolos y el espíritu propio de estos días, nos ayudan a celebrar la Navidad y a hacer presente en nuestro tiempo aquel acontecimiento que cambió la historia de la humanidad para siempre: el nacimiento de Cristo, nuestro Salvador.

La Navidad se ha transformado en una fiesta no sólo de un extraordinario valor espiritual para los creyentes, sino también de un hondo valor emocional para todos. Una fiesta que se ha hecho universal: fiesta del encuentro con la familia, con los seres queridos; fiesta que nos hace entrar en contacto con nuestros mejores deseos y con nuestros sueños; fiesta que nos habla de la esperanza, de la reconciliación y de la paz.

Volver la mirada hacia ese bebé recién nacido que descansa en el Pesebre envuelto en pañales, pero que sabemos que es el Hijo mismo de Dios y de la Virgen María, hace brotar en nuestro corazón un deseo que se transforma en oración; en un rezo que elevamos al niño Jesús y con el que pedimos salud, unidad, armonía, bienestar, prosperidad y paz, para nosotros y para todos los que amamos: familiares, amigos, compañeros de trabajo, camaradas.

Decía Santa Teresa de Calcuta que "…es Navidad cada vez que permites al Señor renacer para darlo a los demás… cada vez que le sonríes a tu hermano y le ofreces tu mano". Haciendo propias estas palabras de la Madre Teresa, como Capellán General, quiero pedirles que se dejen llenar de la alegría y de la belleza de la Navidad para que el niño Jesús encuentre en el corazón de cada uno de ustedes, hombres y mujeres de nuestra Policía, un "pesebre" donde volver a nacer y desde donde fortalecer su vocación de servicio, recompensar sus esfuerzos, bendecir a los suyos y proteger sus vidas.

¡Feliz Navidad y Buen Año 2025!